Entre los estatutos de madre y de padre no hay solo
una diferencia anclada en lo biológico de la diferencia sexual, sino una
diferencia de valor: así, el vinculo de la madre con el hijo es primero real
(el hijo es un pedazo despegado del cuerpo de la madre, por lo tanto
imaginario, es la madre quien sostendrá para el hijo la construcción del mundo
exterior y de su yo corporal), mientras que el vinculo del padre con el niño es
un vinculo que para existir debe ser propuesto, introducido y sostenido
imaginariamente por la madre, es un vinculo primero simbólico.
El adolescente tiene una tendencia a
evocar a los padres como un todo y cuando habla de los adultos descuida con
frecuencia la diferencia sexual ("Me vienen a buscar mis "papas").
¿Qué es un adulto si no es un padre o alguien
que representa a los padres?
Rassial se pregunta: ¿Qué es lo que, de la
adolescencia de los hijos, esta en juego para los padres? E inmediatamente
responde: un cambio de lugar.
Ser padre no es una cualidad intrínseca del ser
humano: es primero una función, luego una posición ocupada en relación a otro
sujeto y modifica cuando el niño pasa a ser adolescente. No es lo mismo ser
padre de un hijo y transformarse en padre de un adulto.
La adolescencia de los hijos, que para ellos es una
crisis, será también una crisis necesaria para la organización familiar,
obligando a los padres a reinventar su
lugar.
Rassial
propone dos tiempos: primero, lo que son los padres para el
adolescente, lo que él espera de ellos y lo que puede esperar. En segundo
lugar, un tiempo basado en lo que para los padres se pone en juego de la
adolescencia de sus hijos.
Lo que son los padres para el adolescente: el
primer efecto de la pubertad es que el cuerpo del niño se transforma en un
cuerpo de adulto. Las consecuencias son signos secundarios (cambios de voz,
etc.) y por otra parte el adolescente debe entonces efectuar un trabajo de
apropiación, de reapropiación de la imagen del cuerpo tal como se había
construido en la primera infancia alrededor del estadio del espejo. Lo que en
la adolescencia garantiza esta imagen del cuerpo es lo que verán y dirán los
semejantes del adolescente y sobre todo las eventuales parejas del otro sexo.
En un primer tiempo, la pubertad puede ser vivida por
el adolescente como una falta, incluso como una enfermedad. En un segundo
tiempo, podría ser vista como una competición con los padres: cuando el
adolescente se apropia de los atributos del adulto comienza a oponerse a toda
su autoridad que ya no se apoya sobre esta diferencia corporal.
Otra consecuencia no menos importante de la pubertad
es no solo que el adolescente se convierte en un adulto sino que se convertirá
potencialmente en un padre o una madre.
La adolescencia es la edad de los malos entendidos
entre padres e hijos, un malentendido que se trata de descubrir que de creer
resolver. Los padres formulan con frecuencia dos quejas correspondientes a sus
hijos adolescentes: son insolentes y no responden. Insolente es afirmar su
soledad, incluso reivindicarla extrayéndose del juego social, de lo que
llamamos el bienestar, el hecho de comportarse bien en la sociedad.
Que un hijo responda significa que en lugar de
obedecer y permanecer en el lugar que se les asigna a partir del discurso de
los padres, pronuncia una palabra, una palabra de más, aun cuando sea
insignificante. En ese diálogo entre los adolescentes y sus padres, cada uno a
su manera se siente desbordado.
Más allá de la insolencia adolescente, al dirigirse a
los padres, se pone a la vez en posición de demandar, de contradecir y de
imitar, y alterna entre estas tres posiciones para hacer que se completen.
Demandar: solicitaciones
repetidas del adolescente para recibir de sus padres tal objeto o autorización.
No es necesario rechazar las demandas pero hay que medir que lo que se demanda.
El adolescente demanda y con ella se refleja el derecho de demandar reconocido
como legitimo y si él se precipita en la demanda es en alguna medida para
responder a lo que se dijo cuando era niño y que la pubertad ha debido advenir:
la promesa de que cuando sea mayor tendría el goce de un placer prohibido.
Contradecir: el
sentido de la contradicción corresponde en el adolescente a su exigencia
ilusoria de un discurso sin contradicción. El adolescente subrayara
frecuentemente con inteligencia las contradicciones internas del discurso de
los padres. Es necesario concebir ese placer de contradecir en paralelo con el
idealismo de los adolescentes en el doble sentido de una rebelión contra la
autoridad y de una pasión por la utopía.
Imitar: imitar
rige las relaciones filiales. Hay una escucha semejante entre los adolescente y
no lo que son los padres, aquello en lo que se han convertido, sino aquello que
han sido en su adolescencia, lo que han soñado ser o al contrario han reprimido
de sus propios deseos.
Los padres son remitidos a su propia adolescencia:
sus hijos le muestran de un modo deformado la imagen de su propia adolescencia
como un momento difícil pero también un momento de juventud, invención y
elección. Los padres pueden entonces reencontrar esos sueños. Sin embargo no
pueden dejar de verse confrontados nuevamente en forma retrospectiva a la
cuestión de la relación de sus propios padres. La respuesta de los padres a
esta implicación de su imagen podrá tomar un estilo maniaco, soñando
reencontrar una libertad infantil perdida hace tiempo. Veremos así por ejemplo
ciertos padres volver al deporte o al ejercicio.
Relación padres-adolescente: crisis de la madurez: la
primera idea de Rassial consiste en evitar tomar con demasiada facilidad a lo
trágico las experiencias de la adolescencia: tal o tal pasaje a acto que en el adulto
señalaría un proceso patológico, en el adolescente con frecuencia no hace sino
marcar la exigencia psíquica de experimentar su nueva existencia en el mundo.
El gusto por el riesgo que caracteriza a los adolescentes, sus intentos de
traspasar prohibiciones que inquietan a los padres, son un pasaje obligado y
útil hacia elección de vida que deben efectuar.
La segunda idea es que la función del padre del
adolescente implica a la vez un cambio radical de lugar y una modificación
progresiva. Hay un momento en el que los padres deben expresar, verbalizar un
doble cambio de estatuto, cambio para ellos y para su hijo. No se trata de
soltar en ese cambio a los hijos, sino que es y debe ser concebido
conscientemente como un trabajo para que los padres puedan aceptar e integrar
lo que en definitiva es una separación. Es importante que la separación haya
sido prevista y preparada.
La educación es un camino hacia la separación. Educar
es “conducir fuera de”. Ser padre no es hacer de los hijos una parte de si sino
considerarlos lo más pronto no adultos sino como futuros adultos. La dificultad
está en ese futuro porque el niño y en cierta medida el adolescente tienen
también una necesidad de ser protegidos, contenidos. Encontrar el equilibrio a cada nuevo paso entre ese contener y ese
separarse es el difícil trabajo psíquico de los padres.