¿Por qué lo mismo, siendo lo mismo, no es lo mismo? Hay momentos
en los que no se puede separar la paja del trigo: este hace referencia a que la
clínica es un estado en el que se advierte que los pensamientos que torturan las
vidas son los mismos que ayudan a vivir. El oxímorón como figura retorica que
expresa lo que parece opuesto. Su ensamble. “Lo que nos hace feliz, nos hace
sufrir”. Oxímorón. Ambivalencia. Ambigüedad. Paradoja. ¿Hay solución en la
clínica? “por hoy dejamos acá”… (La próxima seguimos). ¿Cómo escapar del dolor
si aquello que nos hace feliz también nos hace sufrir? Vivir. Vivir el dolor.
La intensidad del vivir puede tornarse insoportable. Entra en juego la idea de
lo contrario, que a la vez, no es tan contrario. Sin la idea de uno mismo no podríamos
vivir pero a la vez es una idea que arruina la vida. Todos queremos ser únicos,
sin igual, diferentes al resto. Ser único puede ser un premio o una desgracia.
Ese “momento único” es un presente que se ensambla, un presente fugaz. Hay un
vicio a querer capturar el momento único. Cuando percibís que un momento es único…se termina. El pensamiento viene
cuando a él (pensamiento) se le da la gana y no cuando "yo" quiero. El "yo soy"
es una ficción: la ficción como posibilidad de construirnos se liga a la
identidad. La ficción es un modo de intervención en la realidad. Cada vez que
pensamos, construimos posibilidades de sentidos; ficcionamos. No pensamos lo que no
es. Lo que puede ser pensado debe ser ciertamente una ficción. ¿Es posible pensar
una lógica sin la idea de propiedad, dueños, amos, posesiones?
Si el
sujeto se separa de persona, y persona se separa de la unidad de un sí mismo…
¿Qué queda entonces? Velocidades para otros (no marcan y están destinadas a
desaparecer). Velocidades detenidas por rostros y mascaras. Hay velocidades
hechizadas, capturadas por un quietismo. Son los niños quienes despiertan la
movilidad dormida de los objetos (a través del juego). Una mesa, antes
inmovilizada, puede ser un caballo.
El
abrazo, con función de psicofármaco pero sin anestesia. Momento en donde se vive eternamente un solo instante, donde se capta el
instante para vivir eternamente, donde el instante se encanta y la acción se
imagina siendo nada: el abrazo que libera aquel instante. La detención de un
instante donde puede darse aquello que no estaba.
El padecimiento esta entramado con las imágenes que
creemos. Somos para otros. Las imágenes son ficciones que sostienen la creencia
de ser alguien. Se sufre por la imagen. Atribuimos constantemente imágenes y
nombres a todo, para capturarlos. ¿Para qué? El ser no está en el cuerpo ni en la imagen...está en
el recorrido. Nombrar es dominar. Lo que no tiene nombre
es impenetrable. No puede capturarse. Esto puede de alguna manera remitir a la
angustia, a ese “no se qué me pasa”. Surge así una necesidad de ponerle
palabras a lo que sucede. Hay así una relación problemática con la palabra, una
herencia que dispone de nosotros. Nombrar es capturar. Es atribuir. Es intentar dominar.
Hay una abundancia no nombrada que desborda lo nombrado.

La cinta
de moebius. Un mundo donde caen el adentro y el afuera. El adentro como un pliegue del afuera. Ficción de que cada uno
somos una lógica interiorizada. Reducir lo desconocido a lo familiar (De Brassi).
Proporcionar un sentimiento de poder cuando se atribuye una causa. Uno se
pregunta: ¿Qué lo causo? Y a la vez se plantea una incertidumbre.
Descartes: “Pienso, luego existo”. Lacan
interviene sobre esta afirmación para poner en juego el psicoanálisis: “Pienso
donde no soy, luego soy donde no pienso”. Duda sobre la ubicación del ser. ¿Tenemos
un impulso…o el impulso nos tiene?
Soy donde no creo que piense. No en la
conciencia, donde no es la voluntad.