Adolescencia y tatuaje en la era digital
El concepto de modernidad como crisis y como crítica a sus
verdades absolutas se interioriza no solo en individualidades atormentadas sino
que aparece como un espíritu social. Ser posmoderno después del año 2000, es “ser
digital”, vivir en una cultura globalizada con sus usos y costumbres
uniformados bajo el paradigma de las tecnologías de la información y comunicación.
El mundo social se mueve por la acción constante de sujetos que producen información
sin cesar, información libre y diversa que se plasma en redes sociales
virtuales, borrando las fronteras entre lo público y lo privado. Velocidad y aceleración
son los resultados de la búsqueda de la instantaneidad y la conectividad
permanentes. Vivimos pisoteados por el instante.
Surge así la tecnocultura: internet, redes sociales
virtuales, videojuegos, televisión digital, celulares, dispositivos móviles. Las
transformaciones impactan fuertemente en la cultura actual: la masificación y
el individualismo en la vida social se expresan en una subjetividad
fragmentada. El presente nos muestra una fragmentación de la experiencia
subjetiva, manejada por las lógicas de lo tecno-urbano-consumista.
Predominan en la actualidad algunos rasgos de la
subjetividad cultural:
-
Pasivizacion
de los individuos respecto de la cultura y la vida social: predomina la “sociedad
del espectáculo” en la que la contemplación de imagens provoca la no distinción
entre realidad y virtualidad. Se satura el “yo” debido a la sobreabundancia de información
y discursos que circulan.
-
Robotización
de los vínculos: se produce una sustitución del vínculo con el otro por la relación
con dispositivos tecnológicos, lo que deja en evidencia la falta de compromiso
emocional y la superficialidad en los afectos. Aparecen así relaciones intensas
pero fugaces que se asemejan a un zapping televisivo.
-
Cultura de
la obsolencia: se convierte al otro en objeto descartable, se sobrevalora
lo nuevo y lo último, cualidades propias de la renovación permanente de los
objetos tecnológicos, negando los procesos de perdida y de duelo.
-
Subjetividad
virtual y ficcional: se sustituye la percepción de la realidad por la
virtualidad. Lo virtual que introduce la imagen induce a pensar que todo puede
ser posible desde la pantalla.
En esta era digital surgen nuevas estéticas, nuevos saberes
y nuevas subjetividades, hasta entonces ocultos por el orden social y
culturalmente dominante.
El mundo material de hoy está marcado por la búsqueda de
novedades. Las categorías de tiempo y espacio han sido modificadas. Se suprime
el pasado y se acelera el futuro. Rige la velocidad y la aceleración. Es el
reino del instante.
La publicidad, como expresión privilegiada de la cultura de
la imagen, propone satisfacción inmediata, éxito y bienestar ilimitados. “just
do it”.
Las instituciones, los vínculos familiares y sociales y las
relaciones intergeneracionales se encuentran en permanente cambio. Las formas
de autoridad, los modelos de convivencia y la relación de poder también. El adolescente
adopta una posición más autónoma respecto del adulto excluyéndolo de su vida en
el mundo virtual y digital que comparte con sus pares.
Aparece una nueva forma de relacionarse: están en-redados y
conectados todo el tiempo.
Tradicionalmente, la producción de subjetividad pasaba por
la familia, la escuela, la religión, la ley. Estas instituciones tradicionales
van mutando y siendo sustituidas por los medios masivos de comunicación.
El adolescente necesita referencias estables para realizar
una saludable transición a la adultez pero de a poco se va encontrando inmerso
en una cultura caracterizada por lo descartable y la ausencia de modelos
identificatorios.
Estas profundas transformaciones producen un cierto caos
pero a la vez abren nuevas posibilidades.
EL TATUAJE como modificación permanente inscripta en la
piel, como escritura inalterable, parece desafiar y contradecir la
transitoriedad de la moda, la tecnología y a la cultura de consumo para
convertir en marca subjetivante, expresión de identidad plasmada en el cuerpo
como territorio simbólico. A lo largo del tiempo, el tatuaje se presenta en
diferentes contextos como marca permanente que desafía el paso del tiempo. En nuestra
“cultura de la imagen” los videoclips, publicidades, twits, posteos pasan, se
olvidan. El tatuaje, como imagen personal pone la marca de la propia
subjetividad que persiste en el tiempo y a la vez posibilita el cambio. Se da así
una paradoja: el tatuaje como expresión estética, ideal de belleza, puro
adorno, moda pasajera y a la vez trazo inalterable, que burla el paso del
tiempo convirtiéndolo en eterno presente.
Vivimos en un mundo visual. Todo debe ser expuesto, mirado,
exhibido. Un mundo de imágenes que se convierte en referente absoluto de todas
las sensaciones. La exhibición aparece como centro: los cuerpos son mostrados y
adornados. El cuerpo es el escenario y el laboratorio de las impresiones.
(Tatuajes, piercings, aritos).
La sociedad es una sociedad cosmética sujeta a una
hiperestatizacion. El tatuaje seria un fenómeno de esta hiperestatizacion como
arte distintivo pero también imitativo, llevando hasta las últimas
consecuencias el impulso estético.
El tatuaje representa especialmente para el adolescente una
marca original, propia, identitaria, siendo a la vez expresión de la masificación,
un disfraz, un “estar de moda”. Todos quieren ser distintos pero terminan
siendo iguales al ser capturados por la moda.
el tatuaje como inscripción subjetivante muchas veces se
realiza junto con otros pares, amigos, parejas, que fidelizan su unión sellándola
con una escritura corporal compartida. Un mismo dibujo o los nombres de cada
uno, que antes se grababan en medallas o anillos. El cuerpo es así un elemento
privilegiado de comunicación social.
la adolescencia es entonces un momento de autoafirmación y diferenciación
del mundo adulto y utiliza diferentes signos para demarcar su territorio. El lenguaje,
la moda, tatuajes, piercings, le permiten al adolescente constituir su propio
mundo alejado de aquel del adulto para ir construyendo su autonomía.
Antes las transformaciones corporales, entre ellas el
tatuaje, correspondían a determinados grupos sociales. Hoy resulta difícil definir
qué tipo de adolescente o joven se tatúa, dada la multiplicidad de significados
que conlleva.
El lenguaje del cuerpo ligado al tatuaje se presenta como un
conjunto de representaciones y expresiones simbólicas situadas en un espacio
intermedio entre lo personal y lo social, entre los publico y lo privado, entre
el “yo piel” y el otro. Un espacio que no es ni interno ni externo.
Es común que los primeros tatuajes se realicen en zonas del
cuerpo ocultas a la mirada de los demás y del propio adolescente. (Espalda,
zona posterior del cuello, pecho, hombros). El adolescente incita a ser
descubierto e interpretado en su lenguaje corporal personal y relacional. Como plantea
Winnicott: “Ocultarse es un placer pero no ser descubierto es una catástrofe”.
En una investigación realizada por la facultad de psicología
de la UBA en el marco del programa PROIMPSI, con una muestra de 140
adolescentes cuya edad promedio era 18 años, se les solicito que den una definición
personal de tatuaje:
-
Forma de expresión
-
Marca de un suceso
-
Reflejo de sentimiento
-
Símbolo
-
Adorno
-
Otros
El tatuaje es considerado mayoritariamente una forma de expresión,
de lo que se infiere una cierta dificultad en ese grupo para poner en palabras
sentimientos y pensamientos. Seria un modo de decir cosas y enviar mensaje a través
del cuerpo a otro que puda leer esta manifestación.
Hola buenas tardes! Tendrías de casualidad el texto en pdf "Adolescencia y tatuaje en la Era Digital" que utilizaste para redactar esta entrada??
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